Notas |
- Tiburcio de Redín y Cruzat, (Pamplona 1597, La Guaira (Venezuela) 1651), Barón de Bigüezal, Caballero de Santiago.1
Fue un militar y marino de comportamiento ejemplar en lo castrense, pero de vida agitada y conflictiva. Al llegar a la madurez, su vida sufrió una profunda y repentina transformación al descubrir su vocación misionera para seguir el camino clerical que habían seguido la mayoría de sus hermanos.
Fray Baltasar de Lodares, en su obra “Los franciscanos capuchinos de Venezuela” basado en un retrato existente en el Museo del Prado (Madrid), atribuido al padre Juan Ricci, lo presenta en los siguientes términos: "El entrecejo fruncido como un nubarrón de tormenta, sobre su mirada dura y desafiadora; los bigotes encabritados por las puntas, el mentón audaz y provocativo, orlado de un pelillo áspero e impertinente; la cabeza revuelta e indómita, cayendo sobre el cuello; las botas altas y pesadas".
En su memoria se le dédico el nombre de una calle en Pamplona, su ciudad natal.
Nació en Pamplona el 11 de agosto de 1597 y era el menor de los siete hijos de don Carlos de Redín y de doña Isabel Cruzat. Es, por tanto, hermano de Martín de Redín y Cruzat. Al cumplir los catorce años, ingresaba en los Tercios de Infantería Españoles para combatir en las guerras de Italia, donde al poco tiempo, por su arrojo y valentía lograba el grado de alférez, grado militar que se le concedió para recompensarle sus méritos en el asalto de la fortaleza de San Andrés, en el sitio de Vercelli.
A sus pocos años, por su capacidad castrense, en 1620 ocupaba el cargo de capitán de mar y guerra, estando al mando de uno de los galeones que hacían la travesía atlántica hacia el Nuevo Mundo (parece ser que era el “Nuestra Señora de Atocha”), En 1624, se le destinó a Portugal, al mando de una compañía de Piqueros de Infantería, bajo las órdenes del marqués de Hinojosa, con el que ya había combatido en las guerras de Italia.
Después pasaría a Armada del Océano, prestando su apoyo y auxilio al marino don Antonio de Oquendo donde sostendría algunos combates navales. En alguno de estos enfrentamientos resultó herido, en un brazo y en el pecho. Al recuperarse fue llamado a la Corte, donde el rey Felipe IV le recompensó su demostrada valentía, regalándole una cadena de oro y dándole el cargo de Gobernador, de la nueva armada que se estaba aprestando en la ensenada de Barcelona.
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