Notas |
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El Libro de Bautismo de Españoles de los años 1772 a 1782, de la
Iglesia Matriz de Tucumán, registra a fojas 30 que el 4 de octubre de
1775 el Cura Rector don Miguel Gerónimo Sánchez de La Madrid puso
óleos y crisma a Miguel Andrés, de seis días, hijo legítimo de don
Manuel Pérez Padilla y de doña María Rosa Pariente, "vecinos de esta
ciudad", actuando como padrinos don José Figueroa y doña Andrea
Moreno, también vecinos.
Miguel Pérez Padilla, que así firmó, no usó el segundo nombre,
Andrés, con el que recordaron a su abuelo paterno, y hacia el final
de su vida veremos que es más y más conocido simplemente como "don
Miguel Padilla", y así se han llamado hasta el día de hoy varios de
sus descendientes.
En 1801 es Alcalde de la Santa Hermandad y como tal pleitea con
el mismo don Juan Silvestre de Heza y Helguero, a quien su padre
sucederá como comandante de caballería.
El 29 de noviembre de ese año contrae matrimonio con doña Joaquina García. Los testigos son de fuste, por su importancia en la so-
ciedad tucumana y por la actuación que les cabría en el futuro: don
José Ignacio Garmendia y el Dr. Domingo García (Catedral, L
9
3,
F ° 54, dato remitido por el Sr. J. A. Corominas)
e bis
. El padre era
don Juan García Cárdenas (o "de Cárdenas" como menos frecuentemente figura en los expedientes), español, nacido en 1732 en la villa
de Huelva, arzobispado de Sevilla, hijo de Melchor García y de Ana
Baesa de Cárdenas. Casó dos veces, la primera con Eugenia Indarte
y la segunda con María Trinidad Carrasco, bautizada en Tucumán el
23 de junio de 1754, hija de Francisco Carrasco y de Luisa de la Zerda
y Alvarez de Toledo, nieta paterna del Capitán don Pedro Carrasco y
de Isabel de Orrego, y bisnieta paterna paterna del Sargento Mayor
Fernando Carrasco, nacido en la Villa de Tordesillas, Castilla la Vieja,
y que vivió entre los años 1632 y 1725, y de Francisca de Aragón, tucumana, y tataraniet a de otro Pedro Carrasco y de Juana Samuell
1 0
.
García Cárdenas tuvo en total diecisiete hijos y murió casi centenario el 20 de septiembre de 1829, pero sus yernos Hermenegildo
R o d r í g u e z
n
y José Fermín Molina iniciaron su testamentaría diez
años antes, por hallarse demente senil.
Pleitos y Revolución
Don Juan García Cárdenas ocupaba el cargo de Regidor Perpetuo
desde que —por Real Cédula del 31 de julio de 1778— se aprobó la
adquisición que hizo del mismo en la suma de doscientos pesos, en
pública subasta.
El 2 de octubre de 1804 García Cárdenas suscribió la escritura por
la que renunciaba el oficio de Regidor XXIV a favor "de su hijo político el Capitán de Milicias don Miguel Pérez Padilla". Este se presenta ante el Alcalde de segundo voto expresando "que conviene a mi
derecho levantar sumaria información en esclarecimiento de mi nacimiento distinguido, arregladas costumbres, aptitud y capacidad para la
obtención de cualquier oficio concejil"
12
.
Quizás don Miguel no imaginaba que lo que parecía una simple
formalidad se convertiría en otro pleito y que sólo seis años después
se lo admitiría en el seno del Cabildo, justo a tiempo para presidirlo
cuando llegaran las noticias de la Revolución de Mayo.
La información sumaria levantada contiene respuestas coincidentes. Don Miguel Viaña declara que ha conocido a los padres del pretendiente y a éste mismo y los tiene "por nobles sin raza alguna", que
don Manuel ha obtenido "los empleos honoríficos de esta República y
que a su hijo don Miguel lo han criado con la decencia y estimación
correspondiente, quien asimismo ha obtenido el empleo de Alcalde de
la Santa Hermandad". A don Pedro Antonio Zavalía le consta que el
padre del candidato es "natural de los Reynos de España" y que ambos,
padre y madre, son "de las familias nobles de la ciudad". Don José
Drago coincide con los anteriores en cuanto a las calidades de los padres y la idoneidad del hijo. Acto seguido se agrega la partida de bautismo, a la que ya hicimos referencia.
Los antecedentes pasan a la ciudad de Salta, donde don José
María de Larramendi es designado apoderado de Pérez Padilla, pero
entretanto alguna versión llegó a los oídos del Gobernador Intendente,
quien resuelve que, sin perjuicio del mérito de la información producida, se oiga al Cabildo.
Pérez Padilla recusa al Regidor Mayor Alcalde Provincial por
ser su "enemigo capital". Pero los demás cabildantes no parecen estimar mucho al yerno del Regidor XXIV. Dicen que es "sumamente
pobre, no se le conocen bienes ningunos ni giro que soporte una me-
diana decencia, vive en casa de su Padre Político, que lo mantiene a
él y a su familia, sin embargo de ser cortas las facultades de éste
respecto a los muchos hijos que tiene, esto es público y notorio en
este vecindario".
La Junta de Real Hacienda, con el gobernador don Rafael de la
Luz a la cabeza y a don Gabriel de Güemes Montero entre sus miembros, resuelve no admitir a Pérez Padilla al oficio de Regidor.
Sin desanimarse, don Miguel propone nuevos testigos y más preguntas. Lo que está en cuestión es la "pobreza" del candidato, por lo
que los testigos serán interrogados sobre si él y su mujer andan decentemente vestidos tanto en la casa de la ciudad como en la estancia
que posee en Los Lules. También acerca de si en ese lugar tiene estancia bien poblada, con buena casa, ganados mayores y menores, que
allí tiene sus ocupaciones "y vivo conchabado en labranzas de consideración y si con ellas mantengo mi decencia y familia". Otras preguntas
versan sobre establecimientos donde Pérez Padilla mantenía cría de
ganado, boyadas y caballada y una propiedad heredada de su madre
junto al río de Arana "donde igualmente me he ocupado de labranzas". Comienza así una nueva ronda de testigos. El primero de ellos es
el Notario eclesiástico, don Ignacio Bazán, luego comparece don Manuel
Figuroa, al que sigue el doctor don Juan Bautista Paz, abogado de las
Reales Audiencias, don Antonio Terri y don Francisco Figueroa. TodoB
declaran en el sentido de las preguntas, y desmienten con ello que
Pérez Padilla sea "sumamente pobre".
Pero el Cabildo no se da por vencido. Severísimos son los términos
de su presentación. El candidato tiene "genio soberbio e interesado",
y que "en estado de indigencia a que estaba reducido Padilla, atendido a los sufragios que escasamente le puede suministrar su suegro"
despierta esta reflexión con pretensiones de docta: "hombres absolutamente pobres de bienes no son admisibles al gobierno de una Repú-
blica para no exponer a la venalidad sus votos". Al evocar su actuación
como Alcalde de la Santa Hermandad dicen que "con sus violencias y
capa de justicia hizo las mayores extorsiones a los naturales de esta
jurisdicción, despojándolos de muchos bienes". Terminan advirtiendo
que "sí por desgracia llegase a titularse Padre de la Patria gemirán
los infelices y se turbará la Paz Pública". Suscriben el acta don Manuel
Reboredo, don Francisco Monteagudo, don José Antonio Alvarez de
Condarco.
El gobernador intendente quisiera aún más pruebas, pero Pérez
Padilla apela al Virrey. Su apoderado en la capital es su propio padre,
quien sobriamente escribe: "la tacha de pobreza es imaginaria y que
mi hijo posee los bienes suficientes para mantener el decoro del oficio,
especialmente en una ciudad subalterna como la de Tucumán, donde
no se necesita muchas abundancias para ser Regidor, sino que puede
muy bien ejercer el cargo cualquier persona de medianas comodidades".
La gestión del padre culmina con éxito y el 21 de octubre de 1808
don Santiago de Liniers aprueba la renuncia de García Cárdenas en
favor de su yerno, pero el nombramiento lo expide su sucesor, el último
de los virreyes del Río de la Plata.
El 24 de febrero de 1810 los cabildantes don Clemente de Zavaleta,
don Bartolomé Aráoz, don José de Garmendia, don Juan Bautista
Paz, don José Gregorio de Aráoz y don Simón Ruiz de Huidobro reciben el juramento del nuevo Regidor.
Cuando Zavaleta pide licencia para ausentarse de la ciudad, los
miembros de la corporación discuten acerca de quien debe ser legalmente depositario de la vara de Alcalde, concluyéndose que es al Regidor Veinticuatro por tener el oficio en propiedad. Es el 1 de mayo
de 1810.
El 11 de junio, como hemos visto, está reunido el Cabildo. Don
Miguel Pérez Padilla lo preside. Con prudencia eluden los cabildantes
una definición precipitada. Al fin y al cabo pueden ampararse en que
San Miguel de Tucumán es una "ciudad subalterna". Que sea el gobernador intendente de Salta el que diga "lo que en tan críticas y apuradas
circunstancias debe hacer esta ciudad".
Los cabildantes tucumanos, que ya tenían en sus manos los despachos de la Junta de Buenos Aires, reciben un oficio del gobernador de
Córdoba, fechado el 17 de junio de 1810, que invita a reconocer la
Regencia de Cádiz. Pero de Salta llega la decisiva comunicación del
gobernador, un hijo del país, don Nicolás Severo de Isasmendi. La
suerte está echada.
Nuevamente Pérez Padilla encabeza la firma del acta, mediante
la cual, siguiendo la postura asumida por Isasmendi, reconocen el gobierno de Buenos Aires. La adhesión a la Junta se entremezcla con
menciones al "adorado" don Fernando VII. Al decir de Sierra: "Nada
de revolución, ni de nuevo orden, sino respeto por la legalidad y la
superioridad"
13
. Un día más tarde, el abogado de las Reales Audiencias
don Manuel Felipe de Molina es elegido diputado.
El Regidor XXIV seguirá figurando en las actas del Cabildo a
lo largo del memorable año de 1810. Con una onza de oro, equivalente
a 17 pesos, contribuyó a modo de "donativo voluntario" (de lo que,
sospechamos, tendría sólo el nombre) con destino a la expedición auxiliadora de Ocampo. No está entre los contribuyentes más fuertes, ya
que Zavaleta aporta dos onzas de oro, Garmendia 40 pesos, lo mismo
que Ruiz de Huidobro. En cambio Paz, el escribano don Florencio Sal
y el alcalde de 29 voto don Bartolomé Aráoz están por debajo de la
suma
H
.
En 1812 participa en la elección de diputados, votando por el Cura
Rector don Pedro Miguel Aráoz primero y por don Nicolás Laguna y
don Juan Ramón Balcarce después.
La supresión de los oficios concejiles en propiedad pone término
al paso de Pérez Padilla por el Cabildo. Agreguemos que el edificio
que fue escenario de esos episodios fue demolido en 1908. Un siglo
antes poseía dos plantas, con ocho arcos. En su lugar se levanta la
Casa de Gobierno, sobre la Plaza Independencia
ir
'.
C o m i s a r i o de G u e r r a y s u s servicios a l a P a t r i a
"En Tucumán salvóse no sólo la revolución argentina sino que
contribuyó de u n a manera muy directa y eficaz al triunfo de la independencia" (Mitre, Historia de Belgrano, II, 129).
E n t r e los tucumanos que pusieron su entusiasmo y esfuerzo junto
al Ejército del Norte y a su ilustre jefe, se inscribe el nombre de
don Miguel Pérez Padilla.
Una tradición oral, y hasta una taza de la que habría bebido el
procer, hablan de la amistad entre nuestro biografiado y el general
abogado. Lo cierto es que en noviembre de 1816 don Miguel se dirige
a Belgrano "con los más sumisos rendimientos de mi veneración".
En su presentación
1
" decía: ..."desde los primeros movimientos de
nuestra gloriosa Revolución desplegué los más religiosos sentimientos de
amor a la Causa, de unión y concordia a la Capital, influyendo a toda costa
en el reconocimiento de la Superior Junta Gubernativa que se instaló. Sucesivamente sostuve con energía y constancia la Justicia de nuestro común
reclamo y sin arredarme los peligros del momento, hacía ostentación de mi
comprometimiento. Me había casi desprendido de mis particulares atenciones
para entregarme del todo a servicios de la P a t r i a . . . " .
La nota que el general Manuel Belgrano luego elevó al Director Supremo está fechada el 1 de noviembre, concebida en los siguientes términos:
"Exemo. Señor: Los documentos con que instruye su solicitud D. Miguel Pérez Padilla, y la constancia que fuera de ellos me asiste de su esmero y eficacia en las comisiones en que actualmente lo ocupo, me estimulan
a recomendarla a la justificación de V. E. Bien es que no designe objeto
pero en mi concepto será compensado adecuadamente con los honores de
Comisario de Guerra o lo que sea del supremo agrado de V. E. Dios guarde
a V. E. . . . Tucumán Noviembre 1 de 1816. (Fdo.) M. Belgrano."
De costado figura esta resolución: "Expídanse Despacho confiriéndole
honores de Comisario de Guerra". Lleva fecha 18 de noviembre. Figura luego
el siguiente certificado: "Don Juan Ramón Roxas, Teniente Coronel y Comandante en Jefe del I
o
y 2
o
Escuadrón de Granaderos a Caballo. Certifico que habiendo venido con mi cuerpo al convento de Los Lules, por orden
del Señor General del Ejército, el 11 de febrero; en la estrechez en que se
hallaba la tropa, me vi obligado a construir algunos galpones y formar un
hospital capaz de contener 100 enfermos, como así mismo un edificio para
los diferentes talleres del cuerpo; y por las noticias que adquirí, confié la
dirección de estas obras al vecino Don Miguel Pérez Padilla, quien no sólo
ha desempeñado a satisfacción mía estas comisiones, y con el mayor desinterés, sino que en el abasto y cuidado que ha tenido de los caballos del Estado que han servido para la instrucción de mi tropa, ha manifestado el
mejor celo y actividad, y para que conserve siempre un testimonio a que es
acreedor de justicia, le doy éste, sin exigirlo el interesado, en Tucumán a
31 de abril de 1814. (Fdo.:) Juan Ramón Roxas".
En el legajo que transcribimos, se encuentra una autorización firmada
por el general Ortiz de Ocampo con fecha 28 de octubre de 1810, en la que
consta que "El Señor Regidor" es el "encargado del acopio de monturas", y
luego con fecha 26 de octubre de 1812 una orden, firmada por Don Dominga
García a los Alcaldes Ordinarios de la Hermandad, Comisionados y vecinos
de las ciudades de Tucumán, Santiago del Estero, Salta y Catamarca para
que presten su colaboración a Don Miguel Pérez Padilla, comisionado por
el General Belgrano para el abasto de carnes.
Sigue una orden del Teniente Gobernador, Don José Gazcón, concebida
en los siguientes términos: "Todos los Alcaldes de Partido y Comisionados
de esta jurisdicción y demás vecinos de ellas prestarán cuantos auxilios
necesite Don Miguel Pérez Padilla para el cumplimiento de las órdenes que
tiene del Señor General en Jefe y de este Gobierno para el mejor servicio
del Estado y abasto del Ejército haciéndolos responsables de cualquier falta
a la que por demora o negligencia no presten los servicios necesarios al
expresado Don Miguel en caso de necesitarlos". Vienen luego dos notas escritas de puño y letra del general Don Manuel Belgrano. La primera de
ellas, con fecha 20 de octubre de lál2, está dirigida al Sr. Dn. Miguel Padilla". La segunda dice así:
"Por el de V. fecha de hoy quedo impuesto de las noticias que me comunica Ud. acerca de los movimientos de los enemigos. No hay duda que
ellos procuran buscar todos los auxilios que proporcionan esos lugares cometiendo las mayores tropelías. De los 25 hombres que V. me dice los
pondrá a caballo, y arma blanca, me parece conveniente se efectúe, y que
estén éstos para recibir órdenes mías. Dios guarde a Vd. muchos años.
(Fdo.) M. Belgrano."
Un certificado lleva la firma del ilustre militar Don José María Paz,
que en aquel tiempo tenía el grado de Sargento Mayor y Comandante Interino
del Regimiento de Dragones de la Nación. El texto es el siguiente:
"Certifico que habiendo sido destinado con mi Regimiento a este convento de Los Lules y siendo encargado por el Exmo. Señor General en Jefe,
Capitán General de estas Provincias, para proveer de todo lo necesario a
las tropas a mi cargo, Don Miguel Pérez Padilla, está cumpliendo y ha
cumplido antes sus atenciones, con un emulable empeño, exactitud y puntualidad no sólo en la provisión de abastos de toda clase, sino también en
la construcción de galpones y de cuantos útiles han sido precisos a la regular comodidad de los oficiales y tropa, sin que hasta ahora se le haya notado la más mínima omisión, pues me consta por haberlo visto muy de
cerca que con abandono de sus particulares negocios se contrae a estos
servicios dando con esto prueba nada equivocada de su patriotismo desinteresado, y digno hijo de América. Todo lo que lo hace acreedor a la consideración de los Jefes Superiores y al reconocimiento y gratitud de todo
este Regimiento. Y para su satisfacción y sin exigirlo él, le doy éste en
Los Lules, a 11 de octubre de 1816."
La importante documentación presentada por Pérez Padilla y el deseo
expresado por el general Belgrano, tuvieron eco favorable en Buenos Aires, donde se expidió el siguiente decreto:
"Noviembre 18 de 1816. El Director Supremo de las Provincias Unidas de Sudamérica: Por cuanto atendiendo a los méritos y distinguidos
servicios que ha contraído en obsequio de la justa causa de la libertad el
ciudadano Don Miguel Pérez Padilla, he venido en conferirle los honores
de Comisario de Guerra. Por tanto ordeno y mando se le guarden y hagan
guardar las gracias, exenciones, y prerrogativas que por este título le corresponden, por lo cual le hice expedir el presente, firmado de mi mano
y sellado con el sello de las anuas del Estado y refrendado por mi Secretario de Guerra, del cual se tomará razón en el Tribunal de C u e n t a s . . . "
" El acento fatal de Federación"
La última actuación pública que conozcamos de Pérez Padilla data
del 11 de septiembre de 1821.
El 29 de agosto anterior había llegado a su fin la "República del
Tucumán" de Bernabé Aráoz. El Cabildo se dirige a su par de Buenos
Aires en un mensaje que suscriben Pérez Padilla, Pedro Francisco
MíHán, José I. González, José Toribio del Corro y Santiago Maciel,
cuñado de don Miguel.
El cuadro del país es calificado de "fúnebre", "desolado por el
furor anárquico de tres o cuatro caudillos tan ignorantes y sin talentos como ambiciosos, orgullosos y despóticos", y continúan: "Artigas,
Ramírez, Güemes y Aráoz eran los instrumentos que el genio del mal
levantó contra aquel único medio de la felicidad nacional, ellos pronunciaron el acento fatal de Federación y nuestra Patria fue sumida en
un océano de desgracias, oscuridad y deshonor". Por último, protestan
"que nunca más el Pueblo honrado que presido será inundado por la
lava inmunda del desorden"
1T
.
En sus Memorias, el general Gregorio Aráoz de Lamadrid recuer-
da su paso por la casa de don Miguel Pérez Padilla en Los Lules. Había
sido gravemente herido en la batalla de El Tala (27 de octubre de
1826) y derrotado por las fuerzas de Bustos y Quiroga en el Rincón,
tras lo cual fue a Bolivia. Deseando dirigirse a Buenos Aires, el gobierno de Tucumán se opuso a prestarle ayuda. Fue así que, tras dejar
su carga en casa de don Miguel, pasó "una malísima noche en el monte". A la mañana siguiente, el dueño de casa le avisó que no había
peligro, por lo que dejó su refugio y envió a su asistente a ofrecer en
venta sus efectos personales en la plaza de Tucumán. Tras darse un
baño en "la acequia que pasaba por el patio de la casa" recibió al
facultativo enviado por el gobierno y continuó viaje. Era el mes de
marzo de 1828. en vísperas de Carnaval
Labranzas y descendencia
Don Ernesto E. Padilla nos cuenta
19
que su bisabuelo comenzó a
plantar los primeros surcos de caña morada, rayada, de la India y
blanca de Castilla para "chupar", de semilla facilitada por el Pbro. José
Eusebio Colombres, "ciudadano ilustre por su filantropía y patriotismo", como lo llamó el gobernador Salustiano Zavalía.
Doña Joaquina García falleció —a la edad de 50 años— el 2 de
abril de 1844, siendo ya "viuda de don Miguel Padilla", como reza la
pertinente partida que corre al folio 46 del Libro 8 de Defunciones
de la Catedral de Tucumán. (Referencia que agradezco a Jorge Corominas, así como los que siguen).
Los hijos del matrimonio constituido por don Miguel Pérez Padilla
y doña Joaquina García Cárdenas y Carrasco fueron:
1) Ricarda, c. c. José Ruiz;
2) Miguel Manuel, que sigue;
3) Ángel, c. en Buenos Aires el 17-8-1835 (La Merced, Libro 8,
folio 86v) con Mercedes Posadas y Castro, hija de Gervasio Antonio
de Posadas, Director de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y
de María Antonia de Castro y Careaga. Don Ángel fue diputado a la
Legislatura de Tucumán. Fueron padres de Ángel, fallecido en la infancia.
4) Benjamina, c. c. Sixto Cerda Salinas;
5) Tiburcio, c. en Buenos Aires el 11-9-1838 con Josefa Paz Arrieta, hija de Benito Paz Goncebat y de Juana Arrieta, sin descendencia;
6) María de los Angeles, que casó con Juan Santiago Warcalde.
Este era natural de Montevideo, comandó la artillería en la batalla de
las Piedras, fue oficial del ejército de Belgrano y murió, tras importante actuación, en Buenos Aires el 29 de julio de 1836. Su hijo único,
Luis Warcalde, fue médico y diputado nacional. En el departamento
Capital, de la provincia de Córdoba, "Villa Warcalde" evoca su nombre.
De su matrimonio con Rita Díaz Allende nacieron: a) Rita, c. c. José
del Viso; b) Angela, c. c. Rufino Várela Ortiz; c) María Luisa, c. c.
Luis Revol; d) Emilia, c. c. Pío Díaz Valdez; e) Delia, c. c. Juan
B. González, todos con descendencia
18
;
7) Fortunata, soltera;
8) Claudia, soltera, fallecida el 21-6-1884;
9) Claudio, fallecido el 27-4-1845.
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